Durante los 25 días de paro y “resistencia “en Otavalo, la ciudad no solo vive una crisis social, cultural y económica, sino también una crisis informativa. Paralelamente a las movilizaciones, se libra otra guerra, la de la información, una batalla silenciosa pero feroz en la que las redes sociales se transformaron en “antisociales” y donde la disputa por la atención se convierte en el nuevo campo de combate. Se crearon o delegaron medios de comunicación y redes sociales  “oficiales” para “transmitir en vivo” lo que sucede.

En este escenario, la lucha ya no es solo en las calles, sino también en los espacios digitales. La narrativa del “bien contra el mal” “del terrorista contra el racista” “del vago y del trabajador” se volvió difusa, porque en realidad se trata de pueblo contra pueblo, enfrentado en un terreno de desinformación, manipulación y emociones desbordadas.

INFORMAR, OPINAR Y EXPRESAR, DIFERENCIAS ESENCIALES

En tiempos de confusión, es fundamental distinguir entre informar, opinar y expresar un punto de vista.

Informar es presentar hechos verificados, contrastados y contextualizados.

Opinar es emitir un juicio personal, pero con base en argumentos, datos y ética.

Tener un punto de vista es legítimo, siempre que se reconozca como tal y no se confunda con la verdad.

El derecho a la libre expresión protege todas las voces, pero no justifica la mentira ni el discurso de odio.

El periodismo tiene la misión de iluminar, no incendiar. Por ello, la solidaridad entre comunicadores debe ir acompañada del compromiso con los mínimos éticos del oficio, sin excusas ni excepciones.

LA ERA DE LOS CLICS, CUANDO LA ATENCIÓN SE VUELVE PODER

En medio del caos informativo emergen nuevas figuras: influencers, políticos, comunicadores, periodistas, ciudadanía en general que tiene un móvil o una pantalla que, buscando captar la atención de miles de usuarios, adoptan las dinámicas de las redes. En este contexto, el clic reemplaza a la credibilidad, y el “like” pasa a ser más valioso que la verdad.

Es válido intentar conectar con las audiencias, pero una estrategia digital no otorga licencia para desinformar. La mentira, los discursos de odio y los sesgos no son simples errores: son faltas éticas que socavan la confianza pública y agravan la división social.

Desinformación y discurso de odio; los verdaderos nuevos enemigos en razón de la resistencia.

Durante los días del paro, se difundieron y difunden mensajes que mezclan verdades a medias con rumores, videos fuera de contexto y titulares sensacionalistas. Todo lo “raro, escandaloso o extremo” atrae clics, comentarios y seguidores. Así, todos se convirtieron en “periodistas”, aunque pocos entienden la responsabilidad que ese título conlleva.

El resultado, una comunicación basada en el resentimiento, el miedo y el facilismo, donde gana quien grita más fuerte, no quien argumenta mejor.

Ante esta crisis de credibilidad, el periodismo debe regresar a su razón de ser, la precisión, la transparencia y la honestidad. Estos valores no son opcionales ni negociables; son los pilares que sostienen la confianza del público.

El oficio periodístico implica observar, contrastar, investigar y contextualizar, no competir en inmediatez con las redes sociales. Copiar sus dinámicas solo conduce a la superficialidad. El verdadero periodismo es reflexivo y riguroso, no reactivo ni emocional.

En Otavalo estamos viviendo una lección desde el ruido, esta crisis ocasionado por el paro que a la postre no se conoce fehacientemente el por qué? , está dejando una lección clara, la verdad también puede ser una forma de resistencia. En tiempos de ruido y manipulación, informar con rigor es un acto de valentía.

El periodismo, más que nunca, debe ser puente y no trinchera, razón y no eco.