Para nosotros, para la humanidad, el SOL siempre está allí, siempre ha estado allí, al menos desde el inicio del sistema solar, hace nada más ni nada menos que ¡4.600 millones de años! . Tan antiguo y sigue como si nada, irradiando luz, calor y vida… Lo alabamos si nos acolita el día del partido o cuando vamos a la playa, y, claro, por su relación directa con el proceso de la vida, la cual ha surgido y se renueva cotidiana e invariablemente ante nuestros ojos, todos los días, gracias a él: las plantas, los animales, la comida, la vida…
De ahí su sacralidad para los pueblos ancestrales.
Paradójicamente, también renegamos de él, sobre todo en estas épocas de grandes preocupaciones por el calentamiento global, el acelerado cambio climático, su radiación excesiva, la necesidad del protector para la piel, el cáncer, de todo lo cual, si hemos de ser honestos, no podemos responsabilizarlo a él, sino a nosotros y a nuestras formas culturales aun inarmónicas con los ciclos de la naturaleza y de la vida en todas sus manifestaciones, incluyendo la nuestra, desde luego.
Tan cotidiano se nos ha vuelto, que no reparamos en el Sol, casi nada más que para los momentos relacionados con las vacaciones, los días de practicar nuestro deporte favorito, el día de colgar la ropa recién lavada o de poner a secar la leña recién cortada…; que para esto y más nos vienen bien sus “servicios”, si lo miramos, es un decir, desde la perspectiva utilitarista.
El 21 de junio marca un momento significativo en el hemisferio sur: el solsticio de invierno. Se trata de una ocasión perfecta para realizar un ritual de renovación energética.
Por todo ello, las Naciones Unidas reconocieron el 21 de junio de 2019 como el Día Internacional de la Celebración del Solsticio y el Ecuador.
¿QUE ES SOLSTICIO?
La palabra solsticio viene de «sol» y «sistere» (quedarse quieto) ya que el movimiento estacional de la trayectoria diaria del Sol (como se ve desde la Tierra) parece «quedarse quieto» en un límite norte o sur antes de invertir la dirección. Es un evento que ocurre cuando el Sol alcanza su máxima declinación norte o sur en relación con el ecuador. Por lo tanto, hay dos solsticios que ocurren anualmente: uno alrededor del 21 de junio (comúnmente conocido como «Solsticio de verano» por ser el primer día de verano y el día más largo del año) y el 21 de diciembre (comúnmente conocido como «Solsticio de invierno» por ser el primer día de invierno y el día más corto del año).
Los solsticios, junto con los equinoccios, están conectados con las estaciones, las cosechas y el sustento. Por lo tanto, muchas culturas celebran diversas combinaciones de los solsticios, los equinoccios y los puntos medios entre ellos, lo que lleva a que surjan varios días festivos en torno a estos eventos.
Se considera que las fiestas del fuego constituyen una ocasión para regenerar los vínculos sociales y fortalecer los sentimientos de pertenencia, identidad y continuidad de las comunidades, de ahí que su celebración vaya acompañada de comidas colectivas y cantos y bailes folclóricos. Estas expresiones culturales están profundamente arraigadas en las comunidades y se perpetúan gracias a la tradición y cosmovisión andina. El lugar de transmisión más importante de este elemento del patrimonio cultural inmaterial es el hogar y la comunidad familiar, donde sus miembros lo conservan vivo en la memoria.
COSMOVISIÓN ANDINA
De la constatación del invariable movimiento del Sol y de la presencia permanente de la Luna y los astros, que nos proveían de información sobre la Tierra, nació la convicción de que todo está relacionado entre sí, conectado (Pachamama).
Una relación estrecha de todos los elementos del entorno, entre los cuales el ser humano constituye una parte consustancial de la naturaleza. Sin considerase superior a ella.
El universo como casa es una concepción propia de la cosmovisión andina. El ser humano vive en relación con los demás seres y en dependencia estrecha entre sí, en comunidad, en la que el individuo se encuentra en una “red de múltiples relaciones”.
Hasta el ser superior (Inti Yaya) es un ente relacionado. Una relación de complementariedad y de reciprocidad permanente ,ranti-ranti,(dando y dando) en todos los aspectos: vida, producción, costumbres, afectos y valores.
Una minga de acción complementaria en favor de todos y, por supuesto, de todos, pues el ser humano es esencialmente un ser necesitado, que debe satisfacer necesidades para vivir, y que no puede hacerlo solo, individualmente, sino sólo en comunidad, en relación interdependiente, recíproca y complementaria con los demás seres humanos y el resto de la naturaleza.
Así mismo, al encontrar que el movimiento de la sombra iba y venía durante el año, concibieron un cosmos circular pero cambiante, en espiral. “La tierra que el runa trabaja es un ‘símbolo’ vivo y presente del Círculo de la vida” .
Anualmente se repite el ciclo de siembra, crecimiento, cosecha y descanso de la tierra, esto ocurre en los cuatro momentos del año, en los cuatro raymis.
Entonces el hoy 21 de junio 2024, se celebra, desde la cosmovisión andina, el Inti Raymi o Fiesta del Sol, que representa la celebración mayor por el solsticio que se enmarca en un ciclo agrícola y astronómico amplio, en donde el agradecimiento por las cosechas es el elemento central.
El Inti Raymi muestra el sincretismo de la cultura andina y occidental.
El solsticio, patrimonio cultural universal
La cultura es el conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. Además, esta suele ser el centro de los debates contemporáneos sobre la identidad, la cohesión social y el desarrollo de una economía fundada en el saber.
De ahí que, en unas sociedades como la nuestra, cada vez más diversificadas, resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de las diferentes culturas por convivir juntas. En este sentido, aquí en Otavalo e Imbabura Ecuador y en varios países andinos, dicha convivencia constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras.
Consciente de que los solsticios y equinoccios simbolizan la fertilidad de la tierra, los sistemas de producción agrícola y alimentaria, el patrimonio cultural y sus tradiciones milenarias, se reconoce que la celebración de esos eventos es una encarnación de la unidad del patrimonio cultural y las tradiciones de siglos de antigüedad.
Es gracias a este tipo de celebraciones que se fortalecen los lazos entre los pueblos sobre la base del respeto mutuo y los ideales de paz y buena vecindad.
Los pueblos runas tienen cuatro celebraciones ancestrales dentro del año, según la cosmovisión andina. Desde sus inicios, los pueblos agradecen a la madre tierra por permitir la germinación, cultivo y cosecha de los alimentos.
La primera celebración que marca el inicio del año andino es el Pawkar Raymi el 21 de marzo; luego viene el Inti Raymi, el 21 de junio; Kolla Raymi, es el 21 de septiembre; y, finalmente el Kapak Raymi que tiene lugar el 21 de diciembre. Estas celebraciones ancestrales están basadas en la agricultura donde la luna, el sol y la pacha mama son ejes importantes.
El Año Nuevo, llega cada 21 de marzo para la población indígena con el Pawkar Raymi que es el equinoccio o tiempo de volver a nacer y recrear, es el Mushuk Nina o Fuego Nuevo.
Luego, en junio, llega el Inti Raymi o Fiesta del Sol que se ejecuta en agradecimiento por la cosecha de los frutos maduros.
El Kolla Raymi del 21 de septiembre, es el ciclo dedicado a la mujer y a la Killa o Luna y es la celebración de la fertilidad que consiste en preparar la tierra para recibir los frutos.
Finalmente está el Kapak Raymi, que coincide con el solsticio de invierno, el 21 de diciembre, donde se conmemora el nacimiento y es la época donde las plantas muestran sus primeras hojas.
Según el calendario gregoriano la mitad del año es tiempo masculino liderado por tayta Inti o sol y en septiembre inicia el tiempo femenino de mama Killa o luna.
Desde el Inti Raymi, 21 de junio hasta septiembre, inicia el verano del hemisferio norte y el invierno del hemisferio sur. En Ecuador corresponde a una época seca y veraniega en la Sierra y en la Costa.
• Desde el Kulla Raymi., 21 de septiembre hasta diciembre, inicia el otoño en el hemisferio norte y la primavera en el hemisferio sur. En Ecuador empiezan las lluvias.
• Desde el Kapak Raymi, 21 de diciembre a marzo, inicia el invierno en el hemisferio norte y el verano en el hemisferio sur. En Ecuador es la temporada lluviosa, de inundaciones.
• Desde el Pawkar Raymi, el 21 de marzo, inicia la primavera en el hemisferio norte y el otoño en el hemisferio sur. En Ecuador disminuyen las lluvias y empieza la época de los granos tiernos y la fanesca y el anidar de las aves en las chacras.
En la cosmovisión andina, hoy 21 de junio se celebra y conmemora el Inti Raymi (Fiesta del Sol), en cambio para el resto de los pobladores es sencillamente, el paso del otoño al invierno.
En Otavalo , Imbabura y Ecuador , los festejos se extienden desde un extremo a otro en las comunidades indígenas que mantienen vigentes a lo largo del año las costumbres heredadas de los ancestros.
Las ceremonias de espera y bienvenida al sol (mientras se produce el Solsticio de invierno), comenzaron desde la semana anterior y concluirán en algunas comunidades en agosto 2024
Este 21 de junio mientras el astro rey ilumina los territorios, bailan disfrutan conmemoran con rituales de baños energéticos en las vertientes y varios lugares donde durante la larga y fría trasnochada, bajo el cielo estrellado, los participantes se protegen luego, con el calor de las fogatas y bebidas espirituosas, cantando y honrando al Tata Inti mientras bailan en círculos como iniciando su camino hacia la Tierra.
En la “piedra sagrada de Peguche ” y en San Juan Pogyo , se producen las ceremonias más convocante y promocionadas del Inti Raymi . Sin embargo en varios lugares hay vertientes de agua que se lo considera sagradas y ahí realizan estos rituales y producen reuniones y fiestas de espera al sol. Estos baños de purificación y renovación bajo las cascadas o vertientes de la región andina, es para adquirir el poder espiritual de la naturaleza, necesario para luchar contra las protervas energías.
En esos lugares y en la ciudad, varias comunidades bailan y cantan canciones dedicadas a la Pachamama y coplas con la entonación de agradecimientos al sol y a la Madre Tierra, compartiendo “castillos” comida tradicional y bebiendo la ancestral chicha y licor en cada comunidad o casa a la que llegan dirigidos por el “diablo huma “.
El nombre de diablo se asignó en el proceso de la conquista española para sembrar temor en la cultura indígena, por celebrar fiestas en honor a los dioses de la naturaleza como el Sol, la Luna y la Pachamama. Con el tiempo su nombre se transmitió a la largo de los siglos como Diablo Huma, sin embargo, su significado trasciende el mal, connotación de la religión española, porque su función en el día de celebración máxima (22 de junio) es reunir la buena energía y ser la conexión entre el cosmos y la vida terrenal.
Los priostes y el “diablo huma” danzan en tres tiempos para conectarse con la Tierra, el Sol y la Luna. El hombre que lo representa se convierte en un ser espiritual que rompe el mito para trascender a la realidad y encarna las energías de las deidades, ellos son los encargados del rito ancestral a medida que el sol asciende comenzando el nuevo año agrícola para las comunidades después de transcurrir la noche más larga del año.
Con diferentes modalidades, pero con el mismo espíritu de agradecimiento y respeto por las tradiciones, en las comunidades y familias se mantiene este culto a pesar del paso del tiempo y que se conserva como otras festividades populares andinas.
La gratitud expresada tiene mucho que ver también porque será el sol quien le ayude en su actividad agrícola, o sea renovando la vida en los rastrojos con las próximas cosechas.
Estamos seguros que un nuevo ciclo se cumplirá, el proceso cíclico en espiral continuará. En este año con las fuerzas del zapateo, agradecemos en cada casa por la bondad de las deidades de la naturaleza y estamos seguros que el próximo año viviremos otra fiesta más intensa, rescatando la cultura y valorando la fecundidad de la tierra que nos provee cada día de los sagrados alimentos que llegan a nuestros hogares.
Conocer y vivir esta vivencia milenaria y practicarla en varios países del mundo organizado por mindalaes runas migrantes, permite que nuestras raíces étnicas conserven todo su esplendor y colorido a través del canto y la alegría de los vientos que nacen de los verdes campos y los dorados trigales de este suelo patrio andino